El pie izquierdo no me quiere hacer ni caso. Lo notifico. El brazo
izquierdo lo muevo trabajosamente y la cadera parece chirriarme a cada paso que
doy. También lo notifico. Al cabo de unos minutos ya casi no puedo moverme y
comienzo a descargar el arma. Varios muertos y muchos más heridos es el balance
de la falta de criterio de mi instructor de la academia. Siempre supuse que
dentro de mi cabeza las cosas no iban demasiado bien, pero esto es el colmo. Fin
de la transmisión. “Menuda escaramuza. Informe al vicepresidente. Dígale que
los nuevos T133 todavía no están preparados para la patrulla. Pero lo estarán...”
¡Héctor! Jáctate ahora con altaneras palabras, ya que te han dado la victoria Zeus Cronida y Apolo; los cuales me vencieron fácilmente, quitándome la armadura de los hombros. Si veinte guerreros como tú me hubiesen hecho frente, todos habrían muerto vencidos por mi lanza. Matáronme la parca funesta y el hijo de Leto, y, entre los hombres, Euforbo, y tú llegas el tercero, para despojarme de las armas.
viernes, 2 de diciembre de 2011
CALMA TOTAL
El pie izquierdo no me quiere hacer ni caso, así que lo intento con el
derecho. Es inútil, no dará resultado. No lograré moverme; lo he intentado mil
veces, día tras día, con yermo resultado. Siento como mi pecho se expande y se
contrae con lento ritmo, en una especie de firme coraza. Mis ojos completamente
abiertos vagan desesperadamente intentando comprender, y se encuentran con los satíricos
y burlones gestos de un pequeño mocoso, que parece prestar demasiada atención a
mi aspecto para poder entender mi angustia. Es su madre quien de un pequeño empujón
lo devuelve al mundo real, “Deja en paz a ese maniquí y date prisa”.
jueves, 1 de diciembre de 2011
TRAICIÓN
El pie izquierdo no me quiere hacer ni caso. Me hundo y siento cómo la
presión aumenta sobre mi cuerpo y mi mente comienza a perder el dominio de sí
misma. Unos metros más y ya no podré aguantar la respiración. La temida y
placentera sensación de borrachera comienza a apoderarse de mí y ahora poco
importan la traición y la infidelidad de mi mujer, que me ha vendido por unas
pocas piedras preciosas. Un enorme blanco se dispone a echarme de este mundo a
dentelladas, pero parece pensárselo dos veces al verme tragar agua y sonreírme
cual poseso al pensar en el regalo que he dejado en cubierta.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)