viernes, 2 de diciembre de 2011

EL PRIMER DÍA


El pie izquierdo no me quiere hacer ni caso. Lo notifico. El brazo izquierdo lo muevo trabajosamente y la cadera parece chirriarme a cada paso que doy. También lo notifico. Al cabo de unos minutos ya casi no puedo moverme y comienzo a descargar el arma. Varios muertos y muchos más heridos es el balance de la falta de criterio de mi instructor de la academia. Siempre supuse que dentro de mi cabeza las cosas no iban demasiado bien, pero esto es el colmo. Fin de la transmisión. “Menuda escaramuza. Informe al vicepresidente. Dígale que los nuevos T133 todavía no están preparados para la patrulla. Pero lo estarán...”

CALMA TOTAL


El pie izquierdo no me quiere hacer ni caso, así que lo intento con el derecho. Es inútil, no dará resultado. No lograré moverme; lo he intentado mil veces, día tras día, con yermo resultado. Siento como mi pecho se expande y se contrae con lento ritmo, en una especie de firme coraza. Mis ojos completamente abiertos vagan desesperadamente intentando comprender, y se encuentran con los satíricos y burlones gestos de un pequeño mocoso, que parece prestar demasiada atención a mi aspecto para poder entender mi angustia. Es su madre quien de un pequeño empujón lo devuelve al mundo real, “Deja en paz a ese maniquí y date prisa”.

jueves, 1 de diciembre de 2011

TRAICIÓN


El pie izquierdo no me quiere hacer ni caso. Me hundo y siento cómo la presión aumenta sobre mi cuerpo y mi mente comienza a perder el dominio de sí misma. Unos metros más y ya no podré aguantar la respiración. La temida y placentera sensación de borrachera comienza a apoderarse de mí y ahora poco importan la traición y la infidelidad de mi mujer, que me ha vendido por unas pocas piedras preciosas. Un enorme blanco se dispone a echarme de este mundo a dentelladas, pero parece pensárselo dos veces al verme tragar agua y sonreírme cual poseso al pensar en el regalo que he dejado en cubierta.