lunes, 24 de diciembre de 2012

NAVIDAD, NAVIDAD, … NAVIDAD

Inspirado en "¿Abraham? ¿Sansón? ¿Dalila?", de Arturo Pérez-Reverte,
Artículo en "Patente de Corso": http://t.co/X9MtR9rN

Muchos de los artículos que mi amigo Reverte —eso ha escrito él mismo, de su puño y letra, en mi copia de “El Tango de la Guardia Vieja”— ha venido firmando durante los últimos veinte años comienzan haciendo referencia a una llamada telefónica que recientemente había mantenido con una de sus numerosas amistades, o bien nos relata cómo la carta de un amigo le ha hecho rememorar ciertos aspectos de su pasado, haciéndolo volver de nuevo tras sus propios pasos. Eso mismo he venido a contaros hoy a todos vosotros.

Al igual que vosotros, incrédulos lectores, yo tampoco recibo cartas personales, al estilo de la vieja escuela. Las únicas epístolas que recibo son las frías e impersonales comunicaciones bancarias y de las compañías de seguros, a excepción de una querida familia amiga mía que todavía guarda las buenas costumbres y maneras en este maldito mundo, enfermo hasta el tuétano, y que ha tenido más que a bien felicitarme, a mí y a mi señora, estas fiestas con tan entrañable muestra de amistad. Pero no os he venido a hablar de las cartas escritas en papel, sino de una carta que nunca jamás ha sido escrita. Un email.

El correo electrónico en cuestión venía con matasellos de Japón, país comedido en sus costumbres y poco dado a los excesos. No creo recordar haber conocido a la persona que me lo ha enviado, pero ambos hemos trabajado para un fin común. Tanto él como yo hemos estado enrolados —a mi se me acabó el chollo cuando me doctoré, justo antes de verano— en el laboratorio europeo de física de partículas, trabajando en un bello experimento que lleva el nombre de uno de los físicos más grandes del siglo XX. Haganme el favor de no pensar en Einstein. El caso es que Japón y otros muchos países del mundo que ni de puta coña son cristianos, ni lo han sido —mucho mejor para ellos—, echan estos días el cierre en muchos de sus negocios, empresas y tareas porque estamos en Navidad.
 
Por esta razón es por la que creo que la navidad —lo escribo en minúsculas a cambio de no mentar a las madres de los jefes de los grandes almacenes; ustedes pueden escribirla como mejor les venga en gana— es un poco, tampoco mucho, mejor que otras épocas del año. El hecho de que muchos de nuestros familiares y amigos tengan unos pocos días libres (el buen ritmo que llevan Rajoy, Merkel y sobre todo el infame de van Rompuy y toda su repulsiva cuadrilla de hienas puede hacer que dentro de muy poco todo cristo tenga demasiados días libres) en estas fechas es más que suficiente para que el común de los mortales vea con buenos ojos las comilonas y excesos propios de estos días, sean cristianos viejos, judíos conversos o moriscos, y es que a nadie le amarga un dulce.

Lo cierto es que, nos guste o no, los cristianos han ganado la partida. Lo cierto es que la gran inmensa mayoría de los que estamos bautizados desconocemos no sólo los más fervientes capítulos de ciencia ficción que saturan las páginas de las llamadas sagradas escrituras, sino que también ignoramos muchas referencias históricas y personajes reales que campan a sus anchas por la biblia, tanto en el antiguo como en el nuevo testamento, pero eso importa menos que un pimiento. Y es que el musulmán medio y el judío de a pie son mucho más doctos e instruidos que el común de los cristianos, y no ignora por completo el relato de Abraham, por poner un ejemplo, el primero de los patriarcas postdiluvianos, común a las tres religiones monoteístas del planeta. Abraham, por cierto, significa «padre de muchos pueblos».

Digo que han sido los cristianos los que se han llevado el gato al agua porque aunque estas tres religiones se han estado dando palos y cortado cabezas desde los albores de los tiempos, ni judíos ni moros han sabido adaptarse aún al devenir de los tiempos. Ya lo dicen los catalanes: «la pela es la pela». De poco les ha servido a los musulmanes expoliar el oro africano casi tan afanosamente como más tarde lo haría el imperio español en la América de los siglos XVI y XVII, y tampoco ha sabido el avaro judío, en los tiempos que corren, hacer buena la fama que arrastra de amante del dinero.

Y es que a la hora de la verdad las grandes superficies se transforman en monstruosas bestias exprimidoras de dinero, a las que nada importa el credo de sus víctimas, sino sus verdes billetes. Puede que en el resto del globo no sea tan patente la cosa como lo es aquí en España, donde hasta el más firme de los republicanos esperaba insomne la llegada de tres reyes una noche al año, pero lo cierto es que se puede guiar uno por unos cuantos chivatos infalibles.

Para empezar, los pequeños de ahora no sólo esperan la furtiva llegada de los tres magos de oriente sino que ya hace unos cuantos años que se han subido también al carro del entrañable Santa Claus o Papá Noel, como ustedes gusten. Los padres de las celestiales criaturas prefieren colmar a sus hijos con excesivas atenciones una o dos noches al año que sentarse con ellos y darles un poco de educación. Aquí, de nuevo, la familia que les mencionaba al principio merece de nuevo toda mi admiración y respeto, ya que no sólo está educando al pequeño Martín como un pequeño sano y jovial, sino que están cimentando día a día los ladrillos que han de conformar a un gran hombre. No me cabe ni la menor duda al respecto.

La cosa va de derroche, porque aunque sea un día al año, y como si de una boda se tratase, el personal tiene que ir de punta en blanco a cogerse una buena borrachera. Cuantas de ustedes, señoras mías, no tienen dos o tres —al menos— trajes de fin de año que se han comprado sólo para la señalada ocasión. Los hombres son algo más prosaicos que las mujeres en toda esta vorágine consumista, pero las tornas se equilibran si metemos en la ecuación las cenas de empresa, de amigos, de la peña de la quiniela, de la puta que nos parió a todos y del bueno de pedrín. Lo que no te gastas en una cosa te la gastas en la otra, pero acabarás cotizando, amigo mío. Ya lo creo que sí.

Que sí, hombre, que sí, que la navidad mola. Y si no que se lo digan a los pobres judíos y musulmanes, que estos días también se apuntan a iluminar con más luces y más neones sus tiendas y sus centros comerciales. Total, de hanukkah y del ramadán nadie va a acordarse, ¿o sí?

sábado, 15 de diciembre de 2012

EL MÁS TERRIBLE DE LOS ASILOS


Inspirado en "El asilo de Petrinja", de Arturo Pérez-Reverte,
Artículo en "Patente de Corso": http://t.co/WTCH4uoE

Han pasado veinte años y todavía me parece que fue ayer. He querido olvidar el día concreto en que echamos abajo la puerta de aquel execrable asilo, pero sé que a poco que me esfuerce, podré evocar todos y cada uno de los horrores que envolvieron aquel terrible episodio de principios de la guerra. Habíamos contemplado infinidad de atrocidades durante los seis meses de servicio que habíamos prestado desde la arbitraria invasión que desencadenó la cruenta guerra, pero ninguno de nosotros esperaba ver durante todo el transcurso del conflicto —algunos todavía lo llaman así; los que lo hemos vivido hablamos de infierno y exterminio— tanto horror y tanta barbarie desatados.

El tufo a cadáver nos sorprendió a todos con los pulmones exentos de aire, y la primera bocanada hizo vomitar a muchos de nosotros, que añadimos nuestra propia náusea a la repugnante alfombra de corruptos excrementos y putrefacciones que trágicamente nos daba la bienvenida a aquella inmunda cripta. Uno de mis compañeros de escuadrón fue el primero en echarse el fusil al hombro y ayudar a los ancianos, que días antes habían sido abandonados por los cuidadores del asilo. Se habían llevado a los que podían caminar y al resto los contemplamos horrorizados, sin saber muy bien qué hacer con ellos.

Entre los cadáveres en descomposición podían verse aún los restos de Las mil y una noches, el cantar de Mio Cid o el propio Beowulf, todos ellos víctimas del infame abandono de sus cuidadores. Otros muchos presentaban un estado al borde mismo de la muerte, tal era el caso de las Novelas Ejemplares, la divina comedia y la Odisea, que muy pronto verían ponerse el sol en sus vidas. Algunos ancianos todavía podrían salvar sus vidas, aunque deberían pagar el terrible peaje que el abandono había causado en sus llagados miembros, en sus maltratados órganos y, en algunos casos, en su maltrecha y desamparada sique.

Todavía sigo teniendo pesadillas y sé que jamás podré reponerme del todo de la terrible experiencia que todos nosotros vivimos durante aquel aciago episodio de la guerra. Muchos compañeros de aquel escuadrón de la muerte —lo bautizamos así al alejarnos de aquel infame templo del desamparo— no han podido seguir adelante y han puesto fin a sus vidas de forma prematura. Yo también he pensado seguir su ejemplo, aunque nunca he tenido valor para empuñar la H&K USP del cuarenta y cinco que descansa justo al lado de Cantares Gallegos y de una vieja edición del Quijote.

martes, 4 de diciembre de 2012

LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Inspirado en "Aquella España cañí", de Arturo Pérez-Reverte,
Artículo en "Patente de Corso": http://t.co/gb6ZIKW9

Vuelve Diciembre a nuestro calendario y vuelve también el puente más deseado de todo el año: El puente de la Constitución. O el puente de la Inmaculada, como ustedes prefieran. El caso es que este año el calendario nos ha jodido bien la marrana y ha dejado caer en sábado a la Inmaculada Concepción. Aunque peor fue la jugarreta del año pasado: todos nos quedamos con cara de gilipollas al ver que Nochebuena y Fin de Año se nos iban también a un puto sábado. Y es que al personal se la sopla mucho eso de la Nochebuena, la Constitución y demás soplaguindeces por el estilo con las que nadie se identifica y que, sin embargo, esperamos como agua de mayo para tirarnos a la bartola todo el santo día en el sofá o, en el caso de los más intrépidos, meterse un tute de cuarenta o cincuenta horas de coche en tres o cuatro días para recorrer la mitad norte de la geografía nacional, con tremendos bancos de niebla incluídos, sin olvidarnos de las traicioneras nevadas de la época.

De las cuatro fechas rojas que se han mencionado (el autor ha escogido las cuatro más cercanas en el tiempo, por comodidad), sólo dos de ellas conmemoran hechos reales, con mayor o menor infamia implícita. El lector avispado habrá advertido la frivolidad de la fecha que conmemora el referéndum de 1978, y que recoge, permítanme decirlo con todas las letras, una poca mierda pinchada en un palo. Lo que tenemos en España desde hace 34 años es un mal arreglo entre fachas y republicanos arrepentidos, con ansia de mandar, aunque sólo fuese un poquito. La buena es la de 1812, la que habría que haberle metido por el culo al infame de Fernando VII antes de decapitarlo en la Plaza Mayor, que para eso estaba. En fin, me pierde la boca y ustedes no me echan el freno, que no hemos venido aquí a hablar de la infamia de los Borbones.

Decía que ni la Natividad del Señor ni la Inmaculada Concepción conmemoran fechas históricas. Ni Dios sabe cuándo nació Jesucristo y el 25 de Diciembre ha sido hábilmente escogido por la iglesia —en minúscula— para apropiarse del carácter vital de una antigua festividad pagana al estilo de Samaín o Halloween (que vienen a ser lo mismo); ya saben, si no puedes con ellos, únete a ellos. En cuanto a la Inmaculada Concepción, se celebra el día 8 de Diciembre por decreto. Porque sí y punto. Porque lo dijo el Noveno de los Píos. Pío IX.

Corría el año 1854 cuando el papa de marras zanjaba de una vez por todas una discusión que se había venido produciendo durante los últimos setecientos años, y que trataba de justificar si la Virgen María había sido o no concebida libre del pecado original. ¿Qué leches es esto?, se preguntará el incrédulo lector. Pues es, ni más ni menos, el pecado que se transmite a todos los homo sapiens sapiens cristianos nacidos de Eva y Adán. El problema radica en que, históricamente, es Jesucristo el primer humano que nace libre de pecado original y que es él quien redime a su madre del mismo. Santo Tomás y los dominicos (mucho más vehementes y radicales que el famoso filósofo estudiado en el C.O.U.) se preguntaban de qué narices había redimido Jesucristo a su madre si la Virgen había nacido libre del dichoso pecado original. Enfrente se habían encontrado con la postura de los franciscanos, que se les había metido entre ceja y ceja la intachabilidad de la virgen y que, finalmente, se llevaron el gato al agua.

Se conoce que al bueno de Pío IX se le hincharon los cojones con tanto tira y afloja y decidió poner en orden el gallinero. Tampoco debía de haber mucho jaleo si no tenían nada mejor sobre lo que debatir. El caso es que el papa decretó la festividad de la Inmaculada Concepción mediante una «definición dogmática» que, según el cardenal Lambruschini, hacía falta, y mucha: “Sólo esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de las verdades cristianas y retraer las inteligencias de las sendas del naturalismo en las que se pierden”. Pues vale.

Si la curia hubiese tratado de tocar el bolsillo del respetable (una vez más), habrían pintado bastos, pero como el personal no hace ascos a un día de relajo y la cosa no estaba como para tirar cohetes (media España sangraba todavía por las heridas infringidas por la Primera Guerra Carlista; la otra media estaba a punto de hacer lo propio en la segunda), el pueblo aceptó asépticamente la “Bula Ineffabilis Deus” gracias a lo cual, llegados a estas fechas, se nos llena la boca de palabras como puente, acueducto, oleoducto, al mismo tiempo que a las agencias de viajes y a los hoteles se les llena el bolsillo con nuestro dinerito. Ahora menos porque estamos en crisis.