Inspirado en "El asilo de Petrinja", de Arturo Pérez-Reverte,
Artículo en "Patente de Corso": http://t.co/WTCH4uoE
Han pasado veinte años y todavía me parece que fue ayer. He querido
olvidar el día concreto en que echamos abajo la puerta de aquel
execrable asilo, pero sé que a poco que me esfuerce, podré evocar todos
y cada uno de los horrores que envolvieron aquel terrible episodio de
principios de la guerra. Habíamos contemplado infinidad de atrocidades
durante los seis meses de servicio que habíamos prestado desde la
arbitraria invasión que desencadenó la cruenta guerra, pero ninguno de
nosotros esperaba ver durante todo el transcurso del conflicto —algunos
todavía lo llaman así; los que lo hemos vivido hablamos de infierno y
exterminio— tanto horror y tanta barbarie desatados.
El tufo a cadáver nos sorprendió a todos con los pulmones exentos de
aire, y la primera bocanada hizo vomitar a muchos de nosotros, que
añadimos nuestra propia náusea a la repugnante alfombra de corruptos
excrementos y putrefacciones que trágicamente nos daba la bienvenida a
aquella inmunda cripta. Uno de mis compañeros de escuadrón fue el
primero en echarse el fusil al hombro y ayudar a los ancianos, que días
antes habían sido abandonados por los cuidadores del asilo. Se habían
llevado a los que podían caminar y al resto los contemplamos
horrorizados, sin saber muy bien qué hacer con ellos.
Entre los cadáveres en descomposición podían verse aún los restos de
Las mil y una noches, el cantar de Mio Cid o el propio Beowulf, todos
ellos víctimas del infame abandono de sus cuidadores. Otros muchos
presentaban un estado al borde mismo de la muerte, tal era el caso de
las Novelas Ejemplares, la divina comedia y la Odisea, que muy pronto
verían ponerse el sol en sus vidas. Algunos ancianos todavía podrían
salvar sus vidas, aunque deberían pagar el terrible peaje que el
abandono había causado en sus llagados miembros, en sus maltratados
órganos y, en algunos casos, en su maltrecha y desamparada sique.
Todavía sigo teniendo pesadillas y sé que jamás podré reponerme del
todo de la terrible experiencia que todos nosotros vivimos durante
aquel aciago episodio de la guerra. Muchos compañeros de aquel
escuadrón de la muerte —lo bautizamos así al alejarnos de aquel infame
templo del desamparo— no han podido seguir adelante y han puesto fin a
sus vidas de forma prematura. Yo también he pensado seguir su ejemplo,
aunque nunca he tenido valor para empuñar la H&K USP del cuarenta y
cinco que descansa justo al lado de Cantares Gallegos y de una vieja
edición del Quijote.
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