martes, 4 de diciembre de 2012

LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Inspirado en "Aquella España cañí", de Arturo Pérez-Reverte,
Artículo en "Patente de Corso": http://t.co/gb6ZIKW9

Vuelve Diciembre a nuestro calendario y vuelve también el puente más deseado de todo el año: El puente de la Constitución. O el puente de la Inmaculada, como ustedes prefieran. El caso es que este año el calendario nos ha jodido bien la marrana y ha dejado caer en sábado a la Inmaculada Concepción. Aunque peor fue la jugarreta del año pasado: todos nos quedamos con cara de gilipollas al ver que Nochebuena y Fin de Año se nos iban también a un puto sábado. Y es que al personal se la sopla mucho eso de la Nochebuena, la Constitución y demás soplaguindeces por el estilo con las que nadie se identifica y que, sin embargo, esperamos como agua de mayo para tirarnos a la bartola todo el santo día en el sofá o, en el caso de los más intrépidos, meterse un tute de cuarenta o cincuenta horas de coche en tres o cuatro días para recorrer la mitad norte de la geografía nacional, con tremendos bancos de niebla incluídos, sin olvidarnos de las traicioneras nevadas de la época.

De las cuatro fechas rojas que se han mencionado (el autor ha escogido las cuatro más cercanas en el tiempo, por comodidad), sólo dos de ellas conmemoran hechos reales, con mayor o menor infamia implícita. El lector avispado habrá advertido la frivolidad de la fecha que conmemora el referéndum de 1978, y que recoge, permítanme decirlo con todas las letras, una poca mierda pinchada en un palo. Lo que tenemos en España desde hace 34 años es un mal arreglo entre fachas y republicanos arrepentidos, con ansia de mandar, aunque sólo fuese un poquito. La buena es la de 1812, la que habría que haberle metido por el culo al infame de Fernando VII antes de decapitarlo en la Plaza Mayor, que para eso estaba. En fin, me pierde la boca y ustedes no me echan el freno, que no hemos venido aquí a hablar de la infamia de los Borbones.

Decía que ni la Natividad del Señor ni la Inmaculada Concepción conmemoran fechas históricas. Ni Dios sabe cuándo nació Jesucristo y el 25 de Diciembre ha sido hábilmente escogido por la iglesia —en minúscula— para apropiarse del carácter vital de una antigua festividad pagana al estilo de Samaín o Halloween (que vienen a ser lo mismo); ya saben, si no puedes con ellos, únete a ellos. En cuanto a la Inmaculada Concepción, se celebra el día 8 de Diciembre por decreto. Porque sí y punto. Porque lo dijo el Noveno de los Píos. Pío IX.

Corría el año 1854 cuando el papa de marras zanjaba de una vez por todas una discusión que se había venido produciendo durante los últimos setecientos años, y que trataba de justificar si la Virgen María había sido o no concebida libre del pecado original. ¿Qué leches es esto?, se preguntará el incrédulo lector. Pues es, ni más ni menos, el pecado que se transmite a todos los homo sapiens sapiens cristianos nacidos de Eva y Adán. El problema radica en que, históricamente, es Jesucristo el primer humano que nace libre de pecado original y que es él quien redime a su madre del mismo. Santo Tomás y los dominicos (mucho más vehementes y radicales que el famoso filósofo estudiado en el C.O.U.) se preguntaban de qué narices había redimido Jesucristo a su madre si la Virgen había nacido libre del dichoso pecado original. Enfrente se habían encontrado con la postura de los franciscanos, que se les había metido entre ceja y ceja la intachabilidad de la virgen y que, finalmente, se llevaron el gato al agua.

Se conoce que al bueno de Pío IX se le hincharon los cojones con tanto tira y afloja y decidió poner en orden el gallinero. Tampoco debía de haber mucho jaleo si no tenían nada mejor sobre lo que debatir. El caso es que el papa decretó la festividad de la Inmaculada Concepción mediante una «definición dogmática» que, según el cardenal Lambruschini, hacía falta, y mucha: “Sólo esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de las verdades cristianas y retraer las inteligencias de las sendas del naturalismo en las que se pierden”. Pues vale.

Si la curia hubiese tratado de tocar el bolsillo del respetable (una vez más), habrían pintado bastos, pero como el personal no hace ascos a un día de relajo y la cosa no estaba como para tirar cohetes (media España sangraba todavía por las heridas infringidas por la Primera Guerra Carlista; la otra media estaba a punto de hacer lo propio en la segunda), el pueblo aceptó asépticamente la “Bula Ineffabilis Deus” gracias a lo cual, llegados a estas fechas, se nos llena la boca de palabras como puente, acueducto, oleoducto, al mismo tiempo que a las agencias de viajes y a los hoteles se les llena el bolsillo con nuestro dinerito. Ahora menos porque estamos en crisis.

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