jueves, 5 de julio de 2012

ESCENA PRIMERA - EL VECINO DE JESUS


ESCENA PRIMERA

—Empiezo a estar harto de esta mierda.

Comenzó a quitarse las sandalias y sus maltrechos y sudorosos pies parecieron querer expandirse como el vino que se desparrama sobre un mantel de lino. Llevaban cuarenta días fuera de su hogar y en ese tiempo había obrado seis milagros. Sus seis primeros milagros. No creían sin embargo que fueran a ser suficientes, y mucho se temían que por muchas proezas que llevara a cabo, éstas nunca llegarían a ser lo bastante convincentes. El milagro definitivo, el que persuadiese a judíos y romanos, debería sufrirlo en sus propias carnes. Habían hablado del tema cientos de veces durante las últimas semanas, en el transcurso de su largo viaje de vuelta a casa. 

—Vamos, hombre. No es para tanto.

Josué lo ayudó a quitarse las sandalias y posteriormente introdujo los pies de Jesús de Nazaret en una pequeña y sucia palangana, a medio llenar con agua de loto. El agua calmó sus huesos y músculos al mismo tiempo que irritaba sus heridas y ampollas. No se quejó y dejó hacer a su vecino. Josué siempre había vivido dos casas más allá del taller de su padre y su relación siempre había sido fantástica. Habían decidido que Jesús fuera el Mesías por una sencilla cuestión estética. Jesús era más alto, poseía mejor dicción y su bello rostro y sus gráciles formas lo hacían mucho mejor candidato que Josué, demasiado enjuto y de rostro vulgar. Era éste, sin embargo, el auténtico artífice de la conjura.

—¿Qué no es para tanto? Esta vez casi nos descubren.

No había emoción en su voz. El tiempo de amonestarse mutuamente había pasado ya. Cada uno de ellos había intentado eludir su parte de responsabilidad en el último trabajo, reprochándoselo al otro. Lo cierto es que el sordomudo había interpretado su papel demasiado pronto, y salvo unos pocos niños presentes en las primeras escaleras de la Decápolis, nadie más había percibido que el doliente se había curado un instante antes de que Jesús le impusiese sus manos. Habían pagado al sordomudo por su silencio, más generosamente de lo acostumbrado, y se habían retirado a la sombra de un olivo. Jesús hizo prometer a Josué que en adelante buscaría candidatos más competentes.



Necesitaban más hombres para llevar a cabo sus aspiraciones. Echadas las cuentas, decidieron que al menos necesitarían unos veinte milagros más, llevados a cabo a lo largo y ancho de toda la provincia. Josué había sugerido además una especie de corro cuyo cometido principal sería seguir en todo momento al Mesías, un grupo de gente no demasiado grande que alabara sus enseñanzas y ensalzara sus milagros, al mismo tiempo que actuaría de guardia personal. El último capítulo del sordomudo había levantado suspicacias acerca de la seguridad personal de Jesús, y siempre era mejor prevenir que lamentar. El tema del dinero no era problema. Esa misma tarde se reunirían con el procurador de Jerusalén y le plantearían la cuestión. Poncio Pilatos había sido designado prefecto de Judea por Tiberio, que le había encomendado la tarea de romanizar dicha provincia. Pilatos lo odiaba profundamente y durante años conspiró clandestinamente contra él. Se había hecho rodear de varios activistas anti imperialistas, entre los que destacaba un joven astuto y confiado llamado Barrabás.  

Jesús y Josué acudieron a la residencia del prefecto justo después de la caída del sol. Lo que ocurrió esa tarde noche iba a alterar el curso de sus planes y muy posiblemente el devenir de la historia de la humanidad. ¿Qué es lo que ocurrió esa tarde noche?


OPCION A:
La despiadada e incontenible fuerza de la naturaleza decide tomar parte en la conjura, apostando fuerte. Da la vuelta a sus dos cartas y se toma un largo sorbo de vino.

OPCION B:
El ingenio de un hombre tristemente olvidado en las notas de los historiadores se nos muestra al fin, a través de una sencillez y audacia que trastocará a más de uno.

OPCION C:
Toda la barbarie y crueldad del hombre hacen acto de presencia, amenazando con perturbar toda acción posterior, desgarrando el tejido del sentido común, conduciéndonos por sendas que no debieran ser transitadas.

OPCION D:
Cualquier otra cosa que se os ocurra. Ya sea mediante la acción o a través de nuevos personajes. 

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