sábado, 20 de octubre de 2012

UNA HISTORIA VERDADERA

Inspirado en "Aquel malvado y digno Drácula", de Arturo Pérez-Reverte,
Artículo en "Patente de Corso": http://t.co/LUgnjc6i

Querido lector, es para mi un placer volver a verte por estas páginas. Una vez más te invito a que goces con las maravillas que se esconden tras estos párrafos, a que te estremezcas con los horrores que te he preparado y, ¿por qué no?, a que reflexiones durante el breve e intenso instante que te ocupe leer estas modestas líneas que, de alguna manera, son tuyas y mías a un mismo tiempo.

Como bien has podido ojear al principio de la narración, la historia que hoy te acerco es un relato veraz, aunque provenga del mismo lugar que todas las otras historias que hemos compartido hasta el momento: de mi imaginación. No ignoro, querido lector, que te percatas de la estrecha similitud que existe entre una persona mentirosa y un creador de historias, y lo cierto es que ambas especialidades se sustentan sobre la misma base. A saber, la complicidad de una tercera persona. Uno no puede mentirle a alguien que no esté dispuesto a tragarse el anzuelo y tampoco se puede pretender escribir una historia si nadie se va a tomar la molestia de leerla. Es por esto que hoy no sólo te traigo una historia verdadera, sino que además te voy a mostrar cómo se construye.

Pueden contarte mil cosas acerca de cómo se escribe un cuento o un relato, una novela o un ensayo, pero lo cierto es que sólo existen dos formas de hacerlo. Totalmente opuestas, tal y como yo lo veo. Por un lado tenemos al artesano, que planea todos y cada uno de sus movimientos, como si de un ajedrecista se tratase, y por otro lado tenemos al artista, que tiene más que suficiente con un golpe de su varita mágica (las musas, la inspiración, ...) para escribir de corrido relatos, ensayos, novelas e incluso colecciones completas. Ambos son virtuosos y deben ser considerados como tal, pues tanto el artista como el artesano comparten objetivo y objeto de ser: el arte de narrar historias.

Este humilde servidor tuyo trata de hacer las dos cosas, en la medida en que le resulta posible, si bien tiene mucha más tendencia al artista que al artesano. Me he propuesto muchas veces, demasiadas, trabajar de forma habitual y cotidiana, aunque jamás lo he podido lograr. Sigo prometiéndome a mi mismo que algún día seré capaz de confeccionar un horario de trabajo, más o menos razonable, que pueda cumplir con el paso del tiempo. De momento tendré que contentarme con escribir a rachas, como he venido haciendo desde que nos citamos de cuando en vez en estas páginas.

El mayor problema que uno tiene que afrontar al escribir por rachas es que depende enormemente de sus sensaciones, llegando en numerosas ocasiones a verse esclavo de ellas. Las emociones te imposibilitan, te impiden escribir y no sólo te interrumpen la concentración, sino que coartan tu capacidad de inventiva. Acaban por anularte y te mentiría si te dijera que he aprendido a vivir con ello. Es horrible. Así, si uno tiene un mal día, como el que he tenido yo hoy, es muy difícil que logre sacar algo bueno de su sesera. Uno acaba siendo consciente, a través de la experiencia, que es mejor no darle vueltas. Sal a dar un paseo, hazte una paja o lee algo. Cualquier cosa, pero ni se te ocurra pensar en que puedas escribir algo. Estás condenado miserablemente al fracaso.

Aunque tenga cierta tendencia a un determinado tipo de relato, o a un tipo concreto de personaje, no pretendo escribir siempre sobre lo mismo, y me gustaría que diferentes lectores como tú, con diferentes y variadas expectativas, se pudiesen encontrar en estas páginas tuyas/mías los más variados temas y situaciones. La razón es simple. Imagina que en tu casa recibes visitas muy a menudo. No estaría bien que siempre invitases a tus visitas a pastas o a ganchitos. Sería una buena idea que tuvieses a mano unas birras, unas patatas, un par de chorizos, un poco de pan, …, tú ya me entiendes. De la misma forma que sería una buena idea no sólo tener música negra de los años veinte en tu iTunes. Bájate un par de discos variados y podrás comprobar cómo tus visitas te lo agradecen. Es lo que yo llamo el ejemplo de la caja de galletas «Surtido Cuétara». Se tiene que dar muy mal la cosa para que a uno de tus invitados no le guste ni una sola de las galletas del surtido.

Por todo ello la historia que os relato hoy es la siguiente:

«Edahul el Grande reinaba sobre todos los mundos y sobre todas las eras, pero una profecía perturbó la paz universal, prolongada durante miles de millones de años. El oráculo había predicho que Kalithi, el hijo que Edahul había engendrado con una hembra mortal, moriría a manos de su propio hermano, el tétrico señor de las tinieblas Mibarck. La muerte de Kalithi desencadenaría una guerra que traería consigo el ocaso de la sagrada orden del Fanganor, cuyo paladín era Edahul el Grande.

»Cuando Kalithi hubo cumplido los veintitrés años su padre se le apareció al mozo y a su madre, preveniéndoles de las malvadas intenciones del pérfido Mibarck. Edahul agasajó al hermoso Kalithi con una espada de oro y lo envió tras los pasos de su hermano, a través de los helados pasos del norte de Debanen. Kalithi persiguió con empeño y persistencia a Mirbarck durante más de dos ciclos, pero las huellas de su hermano sobre la nieve rara vez eran recientes y muchas veces tuvo que volver sobre sus propios pasos, temiendo perder la pista de su presa.

»Viendo cada vez más cerca su declive, Edahul concedió a Kalithi el dominio del tiempo, mientras que a cambio otorgaba a Mirbarck el don de la invisibilidad. Finalmente Kalithi acortó la distancia que lo separaba de su hermano y al fin pudo verlo a lo lejos, en medio de una tormenta de hielo. Se acercó a él con su espada desenvainada, rápido como el trueno, y lo atravesó de parte a parte. La sangre del joven Kalithi se desparramaba sobre el blanco manto de nieve, sustrayendo la poca vida que quedaba en sus entrañas.

»La muerte del bello Kalithi no desencadenó guerra alguna, aunque la cabeza del oráculo rodó por el suelo del palacio de Edahul el Grande. Tras ella rodó también la cabeza del paladín de Fanganor, cortada con una dorada espada, empuñada por el nuevo señor de los tiempos y de las eras, el maquiavélico Mibarck. Desde entonces el hombre ha dejado de creer en dioses y en sus benéficas atenciones. Desde entonces reina el mal en el mundo de los hombres.

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