Aceptas la mano tendida de uno de tus compañeros y arqueas tu columna
vertebral al tiempo que flexionas tu pierna izquierda para introducirte
con mayor comodidad por la entrada al torrente de aguas fecales que tu
segundo compañero ha preparado para ti, mientras diriges una
interminable mirada a tu inmediato compañero, instintiva, pero que no
deja de ser un gesto de agradecimiento y gratitud.
Antes de dejar
que te introduzcas por completo en las tuberías fecales, tu compañero
presiona uno de los botones laterales de tu casco. No has tenido tiempo
para familiarizarte con el, pero el casco es mucho mas completo y tiene
muchas mas funciones de las que hubieses podido sospechar. Entre ellas
se encuentra el poder purificar la atmósfera local del casco. Nunca
sabrás que el casco ha de salvar tu vida una vez te introduzcas en las
aguas fecales, ya que ha de mantenerte a salvo de nocivas sustancias.
Inmediatamente descienden dos de tus tres compañeros, y mientras uno te indica que no te detengas, el otro se entretiene con una especia de mochila, manipulando lo que por el rabillo del ojo juzgas como un pequeño artefacto. Continúas tu marcha por las cloacas, detrás del soldado que se ha quedado a tu lado, que ahora ha tomado la delantera y las riendas de tu destino, por así decirlo.
Al cabo de un tiempo oyes una
sorda explosión, estás segur@ de que se trata del artefacto que tu otro
compañero manipulaba al pie de la entrada de aguas fecales. No puedes
evitar estremecerte, te detienes y escuchas con detenimiento cualquier
sonido que te indique que todavía sigue con vida. Es uno de ellos, es un
soldado, ¿o no? No sabes nada de tus compañeros de fuga –ahora son eso,
cariño, tus compañeros de fuga- pero no ignoras que te están echando
una mano. No puedes evitar conmoverte por sus gestos hacia ti, supones
que se juegan el cuello ayudándote y lamentas que se puedan encontrar en
peligro.
Cuando ves a tu segundo compañero atravesar la nube de
humo y escombros que te separaba de el, sientes alivio en tu corazón, y
te sorprendes a ti mism@ suspirando. No intentas ocultarlo, pero piensas
que quizás tus compañeros no se han percatado. De inmediato comprendes
que tu tercer compañero no ha tenido tanta suerte, así puedes entenderlo
al ver como tu recién llegado compañero menea la cabeza de un lado a
otro, en respuesta al izado de mentón que le habría dedicado previamente
tu otro compañero.
Lamentas profundamente su pérdida, mas aun
cuando sabías desde el principio que el caería primero, al enfrentar
solo a las tropas que os acosaban. Sin tiempo para lamentos, los
soldados te apremian a seguir con la marcha. Llevan razón, no es momento
para lamentar pérdidas o tal vez tengan ellos que lamentar muy pronto
tu propia pérdida.
Durante un buen rato continuáis la marcha por
el entramado de tuberías fecales, y aunque de vez en cuando os
encontráis con algún que otro recodo incómodo y estrecho, la marcha en
general os resulta cómoda, juzgando el sitio en dónde os encontráis.
Aunque
no lo has notado, hace ya un buen rato que las aguas que discurren bajo
vuestras rodillas son puras y cristalinas, carentes de sustancias
nocivas, ya que sin darte cuenta habéis pasado por la zona en donde se
añaden los depuradores de agua. Ahora dejáis la canalización del agua
para adentraros en unas galerías húmedas y lugrubes, abandonadas hace
tiempo a toda actividad.
Por ella seguís vuestro camino, todavía
sin haber intercambiado ni una sola palabra entre los tres. Tus
compañeros de huida tampoco han articulado sonido alguno. Al final de un
estrecho pasillo natural, de una gruta en la roca, imaginas, puedes ver
algo de luz, aunque débil, ya que está anocheciendo. Os encamináis
hacia el final de la gruta, y atravesáis la delgada línea de vegetación
que os separa del bosque cerrado.
Camináis un poco mas antes de
detener la marcha; ocupas un lugar cercano a los soldados –no dejan de
ser soldados por mucho que los consideres compañeros de huida- pero al
otro lado de una pequeña elevación en el terreno, a modo de mesa, que
hace de separación perfecta entre ellos y tu.
Al cabo de un rato,
uno de ellos se levanta y se dirige a ti, con una voz mecánica, que te
sobrecoge: “Tenemos poco tiempo, nos falta la luz y pronto no tendremos
energía. Debes ver algo…”. Toma tus manos y te invita a levantarte, una
vez lo tienes en frente de ti, se quita el caso y puedes ver que su
aspecto no es humano, es una especie de Cyborg, un robot gelatinoso. Su
otro compañero se despoja también de su casco, para tranquilizarte –no
lo consigue, ni mucho menos…-, ya que ha visto el gesto de desolación
que ahora adorna tu cara.
Inmediatamente comienza a transmutarse,
su cara se transforma en un rostro humano. Conoces esa cara, te resulta
familiar, pero ignoras de quien pueda tratarse. Vuelve a dirigirse a
ti, pero esta vez su voz es cálida, amable, cercana, y una vez mas,
familiar: “Teniente, es usted posiblemente la única persona capaz de
poner fin a esta pesadilla. En la valija que portan estos soldados
estáaaaa…”.
El rostro de la persona que se dirigía a ti se
desvanece entre el amasijo de cables, hierros y piezas mecánicas que
conforman el verdadero rostro del soldado. Su cuello ha cedido y su
cabeza reposa ahora sobre su pecho, al igual que la cabeza de su otro
compañero. Han debido de quedarse sin baterías, energía o lo que
demonios utilicen estos malditos soldados para subsistir, en el peor de
los momentos.
Desolad@, te sientas sobre tus rodillas, dejas que
un par de lágrimas discurran por cada una de tus mejillas y meditas de
nuevo que hacer. Esta vez no tendrás alternativas, serás tu mism@ quien
decida que camino tomar, que acciones llevar a cabo y que punto de
partida será el siguiente para continuar el relato. Podrás simplemente
dar un primer paso e indicar el camino a seguir o podrás ser valiente
–recibiendo cumplida recompensa- y trazar tu propio destino durante un
buen rato, Tú decides. Buena suerte y ánimo.
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