martes, 20 de septiembre de 2011

ESCENA CUARTA

Aceptas la mano tendida de uno de tus compañeros y arqueas tu columna vertebral al tiempo que flexionas tu pierna izquierda para introducirte con mayor comodidad por la entrada al torrente de aguas fecales que tu segundo compañero ha preparado para ti, mientras diriges una interminable mirada a tu inmediato compañero, instintiva, pero que no deja de ser un gesto de agradecimiento y gratitud.

Antes de dejar que te introduzcas por completo en las tuberías fecales, tu compañero presiona uno de los botones laterales de tu casco. No has tenido tiempo para familiarizarte con el, pero el casco es mucho mas completo y tiene muchas mas funciones de las que hubieses podido sospechar. Entre ellas se encuentra el poder purificar la atmósfera local del casco. Nunca sabrás que el casco ha de salvar tu vida una vez te introduzcas en las aguas fecales, ya que ha de mantenerte a salvo de nocivas sustancias.


Inmediatamente descienden dos de tus tres compañeros, y mientras uno te indica que no te detengas, el otro se entretiene con una especia de mochila, manipulando lo que por el rabillo del ojo juzgas como un pequeño artefacto. Continúas tu marcha por las cloacas, detrás del soldado que se ha quedado a tu lado, que ahora ha tomado la delantera y las riendas de tu destino, por así decirlo.

Al cabo de un tiempo oyes una sorda explosión, estás segur@ de que se trata del artefacto que tu otro compañero manipulaba al pie de la entrada de aguas fecales. No puedes evitar estremecerte, te detienes y escuchas con detenimiento cualquier sonido que te indique que todavía sigue con vida. Es uno de ellos, es un soldado, ¿o no? No sabes nada de tus compañeros de fuga –ahora son eso, cariño, tus compañeros de fuga- pero no ignoras que te están echando una mano. No puedes evitar conmoverte por sus gestos hacia ti, supones que se juegan el cuello ayudándote y lamentas que se puedan encontrar en peligro.

Cuando ves a tu segundo compañero atravesar la nube de humo y escombros que te separaba de el, sientes alivio en tu corazón, y te sorprendes a ti mism@ suspirando. No intentas ocultarlo, pero piensas que quizás tus compañeros no se han percatado. De inmediato comprendes que tu tercer compañero no ha tenido tanta suerte, así puedes entenderlo al ver como tu recién llegado compañero menea la cabeza de un lado a otro, en respuesta al izado de mentón que le habría dedicado previamente tu otro compañero.

Lamentas profundamente su pérdida, mas aun cuando sabías desde el principio que el caería primero, al enfrentar solo a las tropas que os acosaban. Sin tiempo para lamentos, los soldados te apremian a seguir con la marcha. Llevan razón, no es momento para lamentar pérdidas o tal vez tengan ellos que lamentar muy pronto tu propia pérdida.

Durante un buen rato continuáis la marcha por el entramado de tuberías fecales, y aunque de vez en cuando os encontráis con algún que otro recodo incómodo y estrecho, la marcha en general os resulta cómoda, juzgando el sitio en dónde os encontráis.

Aunque no lo has notado, hace ya un buen rato que las aguas que discurren bajo vuestras rodillas son puras y cristalinas, carentes de sustancias nocivas, ya que sin darte cuenta habéis pasado por la zona en donde se añaden los depuradores de agua. Ahora dejáis la canalización del agua para adentraros en unas galerías húmedas y lugrubes, abandonadas hace tiempo a toda actividad.

Por ella seguís vuestro camino, todavía sin haber intercambiado ni una sola palabra entre los tres. Tus compañeros de huida tampoco han articulado sonido alguno. Al final de un estrecho pasillo natural, de una gruta en la roca, imaginas, puedes ver algo de luz, aunque débil, ya que está anocheciendo. Os encamináis hacia el final de la gruta, y atravesáis la delgada línea de vegetación que os separa del bosque cerrado.

Camináis un poco mas antes de detener la marcha; ocupas un lugar cercano a los soldados –no dejan de ser soldados por mucho que los consideres compañeros de huida- pero al otro lado de una pequeña elevación en el terreno, a modo de mesa, que hace de separación perfecta entre ellos y tu.

Al cabo de un rato, uno de ellos se levanta y se dirige a ti, con una voz mecánica, que te sobrecoge: “Tenemos poco tiempo, nos falta la luz y pronto no tendremos energía. Debes ver algo…”. Toma tus manos y te invita a levantarte, una vez lo tienes en frente de ti, se quita el caso y puedes ver que su aspecto no es humano, es una especie de Cyborg, un robot gelatinoso. Su otro compañero se despoja también de su casco, para tranquilizarte –no lo consigue, ni mucho menos…-, ya que ha visto el gesto de desolación que ahora adorna tu cara.

Inmediatamente comienza a transmutarse, su cara se transforma en un rostro humano. Conoces esa cara, te resulta familiar, pero ignoras de quien pueda tratarse. Vuelve a dirigirse a ti, pero esta vez su voz es cálida, amable, cercana, y una vez mas, familiar: “Teniente, es usted posiblemente la única persona capaz de poner fin a esta pesadilla. En la valija que portan estos soldados estáaaaa…”.

El rostro de la persona que se dirigía a ti se desvanece entre el amasijo de cables, hierros y piezas mecánicas que conforman el verdadero rostro del soldado. Su cuello ha cedido y su cabeza reposa ahora sobre su pecho, al igual que la cabeza de su otro compañero. Han debido de quedarse sin baterías, energía o lo que demonios utilicen estos malditos soldados para subsistir, en el peor de los momentos.

Desolad@, te sientas sobre tus rodillas, dejas que un par de lágrimas discurran por cada una de tus mejillas y meditas de nuevo que hacer. Esta vez no tendrás alternativas, serás tu mism@ quien decida que camino tomar, que acciones llevar a cabo y que punto de partida será el siguiente para continuar el relato. Podrás simplemente dar un primer paso e indicar el camino a seguir o podrás ser valiente –recibiendo cumplida recompensa- y trazar tu propio destino durante un buen rato, Tú decides. Buena suerte y ánimo.

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