martes, 20 de septiembre de 2011

DERIVA

(Relato enviado ó fanzine online 'Leda Magazine')


El 23 de Noviembre de 2053 había sido un día terrible para Steve. Su esposa se había largado con uno de sus antiguos compañeros del instituto y además había descubierto que su hija era adicta a la tempoína. Como si eso no fuese suficiente, tenía la sensación de que su viejo perro Malin la palmaría en pocos días. Sin tiempo para recuperarse, los rayos de sol de un nuevo y horripilande día lo saludaban a través de las raídas cortinas de su vieja caravana. A las siete y treinta y dos de la mañana de lo que mucho se temía sería otro lunes de mierda en la fábrica de aerocartuchos, Steve estaba tan muerto como la mayoría de los más de doce mil millones de seres humanos que superpoblaban el planeta Tierra.

No fue hasta el mediodía en Arkansas cuando la gente por fin pudo comprender lo que se le venía encima. Desoyendo la Resolución 314 del Consejo Interplanetario, una flota procedente del planeta Leda, no demasiado numerosa pero sí lo suficientemente bien armada, abrió fuego contra los más de dos mil puntos estratégicos de abastecimiento de energía nuclear del planeta. En poco menos de dos horas, más de la mitad de la población mundial fue diezmada por la radiación desencadenada tanto por las explosiones de las centrales nucleares como por la acción del poder destructivo de las armas Ledianas. A las 14,00 horas de la Costa Oeste el Orden Planetario puso fin al ataque, despues de una brutal batalla que tuvo lugar en el que pronto se convertiría en el extinto Cinturón de Asteroides, adonde se había retirado la flota invasora. Para entonces el noventa y dos por ciento de la vida sobre la faz de la Tierra había visto truncada su existencia. La flota del Orden Planetario abandonó el Sistema Solar con la misma rapidez con la que habían atacado los Ledianos.

Casi medio siglo despues el planeta trata de reponerse de la irracional agresión, al tiempo que la raza humana recupera su capacidad de aglomeración y una nueva sociedad brota de las cenizas de la anterior. Con toda la industria del planeta hecha añicos, el Orden Planetario había dejado de lado a los pocos habitantes de la Tierra, considerando nulo el provecho que podría sacar de una civilización en ciernes. La nueva sociedad que ahora emerge carece de hombres y mujeres de ciencia y que rindan culto al intelecto; se trata más bien de una gran tribu ancestral que, privada de la energía que la sustentaba, ha vuelto ahora por sus fueros y se dedica a recolectar lo poco que la calcinada Madre Tierra le ofrece.

El malogrado Cinturón de Asteroides proveía al Sistema Solar en general y a la Tierra en particular de un sustento gravitatorio que, a modo de complicado y perfectamente enrgasado engranaje, mantenía a los planetas y sus satélites en su cotidiano baile cósmico. Su desaparición había propiciado la apertura cada vez mayor de la órbia de la Tierra, volviéndola más y más excéntrica y ralentizado su traslación alrededor del Sol; tanto que había tardado ¡cerca de cuarenta años en alcanzar el apogeo de su nueva órbita! Ahora, con el perigeo separándola menos de cincuenta millones de kilómetros del Sol, la Tierra completaría su último movimiento de traslación...

No hay comentarios:

Publicar un comentario