martes, 20 de septiembre de 2011

ESCENA OCTAVA

En poco más de un par de segundos los cuatro soldados que te habían cercado más allá del claro del bosque se han replegado hacia tu posición y están atrayendo hacia ti el fuego de las patrullas que se adentran en el claro del bosque.

Sobre vuestras cabezas, el vehículo aéreo despega mientras las decenas de soldados se aproximan cada vez más hacia vosotros cinco. Ignoras porque has dejado que los cuatro soldados se unan a ti –sobre todo después de intentar hacerlos trizas– pero ahora mismo solo ellos cuatro responden al fuego de los muchos soldados que poco a poco, y de forma inexorable os están acorralando.


Antes de poder ver como el transporte aéreo se acerca lo suficiente a vuestra posición y abre fuego contra los soldados que os cercan, asegurándoos así un buen fuego de cobertura, oyes como uno de los soldados te llama hijo de puta al mismo tiempo que te golpea la cabeza con el rifle que porta. Semiinconsciente eres rescatad@ del claro del bosque, junto con los otros cuatro soldados que ocupaban un lugar próximo a ti, en tu improvisado refugio detrás de uno de los transportes terrestres.

Recuperas el sentido tendid@ sobre una especie de camilla de hospital, con el lado izquierdo de tu cuerpo sujeto a la camilla, mientras el derecho permanece todavía sin ajustar. Parece que alguien te haya dejado a medio atar, o que alguien haya aflojado tus ataduras a propósito. Sea como fuese, no piensas quedarte mucho tiempo sobre la camilla.

Una vez has aflojado todas tus ataduras, te incorporas sobre la camilla y sientes como el mundo gira a tu alrededor sin que puedas hacer nada por evitarlo. Echas una pierna fuera de la camilla y girando tu precioso culo, te ayudas y haces colgar tu otra pierna sobre la camilla, das un pequeño saltito para incorporarte sobre el suelo de la estancia y te caes de bruces. Al parecer, el vaivén de tu cabeza todavía te impide guardar el equilibrio, algo que deberás agradecer con una buena patada en el culo al soldado que te ha golpeado la cabeza.


Debes de encontrarte aún sobre el vehículo aéreo, ya que no te puedes dejar de oír un ligero susurro en el aire, como si se tratase de un motor silencioso que consumiese poco y que generase todavía menos potencia, acompañado de la extraña sensación de balanceo continuo, aunque esta última característica bien pudiera deberse todavía a tu dolorida cabeza. Pensándolo bien, puede que incluso el sonido del motor sea producto de tu ‘estropeada’ cabecita…

Al salir de la habitación te encuentras en un pasillo blanco e impoluto, con luz difusa muy intensa, como en una estéril. Avanzas un poco y encuentras una puerta que se abre automáticamente al detectar tu presencia. Dentro hay una especie de sala de control, de vigilancia más bien, con miles de monitores que muestran imágenes de los muchos rincones de la nave.

En uno de los monitores puedes ver a varios soldados reunidos alrededor de una especie de puesto de mando, discutiendo acaloradamente sobre algo que parece ser de vital importancia para ellos, a juzgar por el número de galones intervinientes en la disputa. Te acercas un poco más al monitor, y el sistema de vigilancia, de forma automática, pasa el audio recogido a través de la cámara que monitoriza la sala de reuniones que estás viendo.

Percibes que los dos bandos que se han formado alrededor de sendas opiniones discuten sobre la ejecución de cierto teniente, según ciertas reglas de la Afiliación. Esta vez no necesitas mucho más para darte cuenta de que sobras en el mundo de algunas personas, y que, por si no lo tenías claro, tu cabeza es un buen trofeo, que quedará de maravilla en el salón de un joven soldado en busca de un poco de fama y reconocimiento, que no dudará en hacerte volar la tapa de los sesos a la menor oportunidad que se le presente.

Poco te importan los argumentos de uno u otro bando. Mientras discuten, te están dando un tiempo precioso que no puedes perder, debiendo actuar con toda rapidez, pero sin dejar de lado la sabiduría y debiendo escoger debidamente y de forma estratégica cada uno de tus siguientes pasos, adelantándote incluso a sus próximos pasos, con el fin de sacar ventaja de tus acciones.

Varias opciones se te presentan, pero sólo una de ellas podrás escoger para dar continuidad a la historia. A) Lo mejor que puedes hacer es quedarte un rato más en el puesto de vigilancia e intentar recabar la máxima información posible, aún a riesgo de que te descubran y termine de forma trágica tu historia. B) Has oído lo suficiente como para estar segur@ de abandonar la nave a la primera de cambio. Intentarás buscar un lugar de la nave desde el que poder abandonarla, ya sea a través de un transporte secundario, de un paracaídas o lo que diablos incorpore de serie el puñetero artefacto volador sobre el que te encuentras. C) No te dejarán ir muy lejos y mucho menos sin algo que pueda mantenerlos a raya, y lejos de tratarse de un arma, lo que los mantiene acojonados es esa maldita placa de circuitería. Debes encontrarla y hacerte con ella de nuevo antes de iniciar cualquier otra opción. D) Hart@ de tanta huida y confusión, decides entregarte a los soldados de la nave, después de todo, ellos te han salvado de los primeros soldados del complejo. Puede que no sólo salves tu vida, sino que incluso te dejen ir en paz, ¿quién sabe? E) Intentarás acceder a sala de control de la nave, valiéndote de lo poco que puedas encontrar en tu camino… F) Cualquiera otra acción que algun@ de vosotros considere atractiva o apropiada llevar a cabo.

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