viernes, 23 de septiembre de 2011

VIAJAR

Se hallaba conmovida. Una gran emoción recorría todo su ser y por primera vez, en toda su vida, haría un viaje. Tenía quince años y desconocía lo que uno siente al pasarse unas pocas horas en el asiento de un viejo coche, camino de la playa. 

Había visto películas, leido libros, hojeado revistas y, epistemológicamente hablando, conocía todos y cada uno de los aspectos que un viaje podría  ofrecerle, incluidas las codiciadas y enriquecedoras experiencias personales que tanto anhelaba, pero nunca se había movido de su casa.


Por encima de todo deseaba sentir el sol en sus pálidas mejillas; poder sentir la brisa del mar alborozando sus cabellos y caminar largas horas a la orilla del mar, junto a las bulliciosas gaviotas. Cada día suspiraba por vivir la inocente y flemática vida de la gente que se va de vacaciones. 

Cada día lo deseaba más y más. Hoy por fin daría comienzo su ansiado viaje. Unos pocos kilómetros separaban el hospital St. James de la casa que durante toda su vida había compartido con su secuestrador. Hoy por fin sería libre. Hoy viajaría...

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