martes, 20 de septiembre de 2011

ESCENA SEXTA

Mientras los soldados patrullan el perímetro del claro del bosque en dónde te encuentras, retrocedes unos pocos metros, encaminándote hacia unos viejos troncos podridos y en mal estado, pero lo suficientemente bien dispuestos como para servirte de improvisado refugio. Pretendes abrir la valija y no deseas tener cerca la presencia de las tropas aéreas.

Acaricias una vez más la metálica y gris superficie del objeto que tienes frente a ti, y cuya imagen forman ahora tus retinas: la valija que portaban los soldados y que según has podido escuchar, aunque interrumpidamente, tiene suma importancia en todo este asunto. Eso intuyes, al menos.

Anteriormente te habías percatado del poco peso que tenía la valija, y de lo fácil y cómodo que te ha resultado hasta ahora el transportarla. Sin embargo y más que nunca, puedes sentir lo mucho que pesa, simbólicamente hablando; ante ti se muestra el continente del objeto clave que ha de mantener unido y cohesionado el universo tal y cómo es hoy día, y aunque ignoras por completo su total y absoluta trascendencia, no te resulta ajena su vital importancia.

Tratas de abrir la valija como si se tratase de un recipiente con rosca, mas no tienes acierto en tus acometidas. Utilizas ambas manos pero tus intentos resultan inútiles. Decides cambiar de estrategia y al presionar la valija, como si de un absurdo sistema infantil de seguridad se tratase, logras abrirla por fin.

Dejas la tapa a un lado y echas una mirada al interior del recipiente. Puedes comprobar que dentro, recubierta por varias capas de material acolchado muy suave y extremadamente resistente, se mantiene a salvo una pequeña tarjeta, una especie de placa base, surcada por interminables circuitos.

La tarjeta lleva impresiones muy parecidas –por no decir exactamente iguales- a las que habías visto por primera vez en el cuarto en dónde has conseguido tu valioso casco. Símbolos que volverías a ver más tarde el los laterales de las armas que tanto los soldados como tu portabais. Vuelves la vista a un lado del tronco en el que te has recostado, en donde descansa tu arma, y puedes comprobar que efectivamente se trata de los mismos símbolos, dispuestos de forma distinta, sin duda debido a la diferencia de mensajes inscritos en uno y otro aparato.


Sostienes por un momento la tarjeta con la palma de tu mano izquierda abierta, mientras te acercas sigilosamente al arma, extendiendo tu brazo derecho, rozando levemente el arma con tus dedos índice y corazón. Has oído un ruido detrás de ti y piensas que tal vez las tropas aéreas puedan haber extendido su radio de acción mientras te entretenías contemplando la misteriosa tarjeta.

Te incorporas lenta y suavemente sobre tus rodillas, echando hacia atrás tu cabeza para poder mirar por detrás del árbol. Estiras un poco el cuello buscando el claro del bosque en dónde has visto por última vez a los soldados que han descendido de la nave, e inmediatamente vuelves a esconderte entre los viejos y podridos troncos: dos de los seis soldados están casi encima de ti.

Tu corazón vuelve a palpitar aceleradamente de nuevo. Te sientes acorralad@ y tal vez lo estés. Echas otro vistazo a tu alrededor y puedes ver que los restantes soldados han tomado posiciones alrededor de tu posición, y te rodean inexorablemente; sin duda conocen tu posición. Algo que llevas encima –posiblemente la valija o tal vez su contenido- te ha delatado y te has dado cuenta demasiado tarde. No podrás evitar la confrontación.

En breves momentos tendrás a todos los soldados encima de ti, y habrás de decidirte por una de las siguientes opciones: a) Te incorporas lo más despacio posible y sin hacer el menor gesto que pueda interpretarse como una amenaza, portando la placa madre en un lugar visible y seguro, con intención de dársela a los soldados e intentar salvar tu vida. b) Antes de que puedan echarse encima de ti y se acabe el juego, tratarás de romper o dejar inservible la placa base que supones buscan los soldados. Nada te mantendrá con vida una vez que la placa esté en su poder, y si has de morir, al menos harás que ellos se jodan tanto como tú. c) Te incorporas firme y decididamente, mostrando en tu mano izquierda la placa base que ansían los soldados, mientras en la derecha les enseñas una cajita de explosivos que hará que sus culos vuelen por los aires si tratan de joderte. d) No podrás retrasar más el averiguar cómo demonios funciona el arma que ahora sostienes con la mano derecha. La maldita placa base ha caído en tus manos y tal vez tu misión deba ser protegerla y dar tu vida por ella, con lo cual deberás componértelas para averiguar cómo funciona el arma y comenzar a usarla de una vez por todas.

NOTA: Los más aventureros e imaginativos podréis dar continuidad vosotros mismos a la historia, bien proporcionando un nuevo punto de partida de la historia o, si lo preferís, escribiendo directamente parte de la siguiente escena. En vuestras manos está el siguiente capítulo, como siempre. Gracias por seguir con la historia. Nos leemos.

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